LA DEPRESIÓN SEGÚN DAVID FOSTER WALLACE Y MARK FISHER
"La persona deprimida interpolaba un promedio de cuatro disculpas cada vez que les contaba por teléfono a las amigas que le prestaban su apoyo en esta clase de circunstancias dolorosas y angustiosas, así como una especie de preámbulo en el que intentaba describir lo doloroso y aterrador que resultaba no ser capaz de explicar la angustia atroz que producía la depresión crónica y estar obligada a recurrir a contar ejemplos que probablemente parecían, tal como ella siempre se molestaba en admitir, siniestros o autocompasivos o la hacían quedar como una de esas personas narcisísticamente obsesionadas con sus «infancias traumáticas» o sus «vidas traumáticas», que se regodean en sus problemas e insisten en contarlos con abundancia de detalles farragosos a los amigos que intentan darles su apoyo y su atención, y de ese modo los aburren y los repelen."
Mark Fisher toma otro camino en su ensayo “Bueno para nada”, hablando directamente de su depresión y de las causas sistémicas de este trastorno. Fisher relata abiertamente varios episodios depresivos, originados en el sentimiento de nunca estar en el lugar que le corresponde, ni en los estudios que cursó, ni en los trabajos que ejerció. Citando al terapeuta David Smail y su libro "Los orígenes de la infelicidad", Fisher explica que esta sensación de no pertenecer surgiría bajo el peso de las marcas de clase:
“Para aquellos a los que desde la cuna se les enseña a pensarse a sí mismos como inferiores, la adquisición de calificaciones o riqueza raramente será suficiente para borrar –sea en sus mentes o en las mentes de los demás– la sensación primordial de inutilidad que los ha marcado desde su más temprana edad.”
Otro concepto que expone Fisher, extraído del libro de David Smail, es el del “voluntarismo mágico”; según esta idea, basta con ser positivos, tener fuerza de voluntad y carácter para salir del agujero de la depresión. Esta concentración de toda la responsabilidad en el individuo no hace más que aumentar su desconexión: algo debe estar realmente mal conmigo si no soy capaz superar esto.
Tanto Fisher como DFW abordan en sus textos la voz interna que reprocha a la persona deprimida, y que según Fisher no sería más que un reflejo de las presiones externas, que se hacen propias y se magnifican. En palabras de este último autor:
“(...) no se trata para nada de una voz ‘interior’: es la expresión internalizada de fuerzas sociales reales, algunas de las cuales tienen un interés particular en negar cualquier conexión entre depresión y política.”
Una gran diferencia entre el relato ficticio de Foster Wallace y el ensayo introspectivo de Fisher, es que este último resalta la dificultad que conlleva hablar de la propia enfermedad, ya que hacerlo le daría más fuerza al dañino diálogo interno; mientras la persona deprimida de Foster Wallace exterioriza este diálogo continuamente, como si realmente fuese lo único importante en su vida. Y en realidad, puede que la depresión sea lo que termine por definir a esta mujer, ratificando el adecuado título del texto: ella ES “La persona deprimida”. El relato de DFW es despiadado, ciertamente. Pero es importante recordar que, tal como Mark Fisher, David Foster Wallace sufrió de un trastorno depresivo que finalmente lo llevó al suicidio. Por lo que, si bien podríamos leer el texto de este autor como una descripción burlesca y despectiva de la depresión, no es difícil imaginar que, en parte al menos, está plasmando sus propias experiencias, inseguridades, y un verdadero autodesprecio.
A pesar de las marcadas diferencias estilísticas, hay un trasfondo común para ambos autores: la depresión es tanto causa como consecuencia de un sentimiento de no pertenecer, de no conectar con quienes te rodean, y con la sociedad en general. Y esta hipótesis puede verse reflejada en el aumento de este tipo de trastornos en el último tiempo. Vivimos en una época en que a pesar de contar con más tecnologías que permiten teóricamente conectar con cualquier persona, en todo momento, en cualquier parte del mundo, nos sentimos cada vez más aislados. Y más allá de los tratamientos psicológicos y psiquiátricos, que varían en su efectividad dadas las diferentes expresiones de este trastorno, podríamos concluir que hay algo en cómo hemos construido nuestra sociedad que nos dificulta superarlo si lo abordamos como un problema personal. Si vivimos compitiendo por calificaciones, puestos de trabajo, dinero, afecto, felicidad y reconocimiento, y si nos comparamos constantemente con la imagen que proyectan otras personas de sus vidas en redes sociales, las posibilidades de crear vínculos sinceros y crecer en comunidad disminuyen significativamente, dificultando la posibilidad de establecer esas conexiones reales y profundas que tanto necesitamos.
Bibliografía
Foster Wallace, David. “La persona deprimida”, “Entrevistas breves con hombres repulsivos”, traducción de Javier Calvo. Editorial Debolsillo.
Fisher, Mark. “Bueno para nada”, “K-punk Volumen 3”, traducción de Patricio Orellana. Editorial Caja Negra.
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PAULINA GODOY
Desarrolladora de software y estudiante de inteligencia artificial. Explora los cruces entre filosofía, ciencia y tecnología como una forma de pensar la experiencia humana.

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