APROXIMACIONES Y DIVERGENCIAS ENTRE FILOSOFÍA Y POESÍA SEGÚN MARÍA ZAMBRANA


En el libro “Filosofía y poesía”, publicado en 1939, María Zambrano relaciona con maestría el contacto y desencuentro entre estas esferas a lo largo de la historia occidental. Los ensayos se remontan a la época clásica, pasando por Sócrates, Aristóteles y Platón. Este último filósofo condenó a los poetas en La República, estableciendo las bases para la sociedad perfecta: justicia y verdad. La poesía va contra la justicia y la verdad, puesto que todo representar en la sociedad platónica es de por sí mentira.



Lo que no es razón es mitología, nos dice Zambrano, un engaño, es más, para Platón la poesía es “la mentira” con mayúsculas. El filósofo se dirige hacia el ser oculto tras las apariencias, mientras el poeta se queda sumido en ellas, en las seductoras apariencias, por lo que, el poeta no pregona la razón, es la palabra, pero irracional en contraposición al logos: “Frente al logos, el hablar delirante”. La palabra en la embriaguez y la palabra en la carne, poesía es vivir en la carne, adentrándose, sabiendo de su angustia, de su muerte. La poesía quedaba fuera de todas aquellas ideas fundamentales de la filosofía como el ser, la verdad y la razón. Es a partir de esta condenación y destierro, que Zambrano da cuenta de la bifurcación del mundo en dos caminos: por un lado el sendero de la filosofía, y por otro, el de la poesía. 


En palabras de Zambrano, el filosófico ansía la captura de lo que no tiene y necesita tener, a diferencia del poeta cuya cosa misma está fijada dentro suyo. La autora se refiere a la “unidad”, unidad alcanzada por la poesía mediante la palabra, a pesar de la multiplicidad aparente, dice, el poema alcanza la unidad encarnada, sin embargo, siempre incompleta y es esa permanente apertura que se traduce en temblor y en ese espacio abierto que rodea todo buen poema. La filosofía busca la unidad del ser, el todo, sin embargo, la filósofa sugiere un aparente fracaso. Ambas son una “unidad” distinta, la del poeta, unidad  de creación. El poeta no quiere todo, porque teme que en este todo no esté en efecto cada una de las cosas y sus matices. Por cuanto, la búsqueda del poeta es una cosa distinta a la cosa conceptual del pensamiento filosófico: “Es la cosa completísima y real, la cosa fantasmagórica y soñada, la inventada, la que hubo y la que no habrá jamás”, señala Zambrano. Entonces, el poeta no cree en la verdad, en la verdad excluyente, verdad imperativa. Tampoco tiene método, ni ética, sino más bien, hallazgo, encuentro, don, gracia. Tampoco puede ser quién es; ni sabe siquiera lo que busca. El filósofo, al menos, sabe lo que busca y por ello define un método. El filósofo quiere poseer la palabra, convertirse en su dueño. El poeta es su esclavo; se consagra y se consume en ella para extenderse entre las cosas. 


Existió un momento en el cual la poesía y la filosofía se abrazaron, nos revela la escritora, que fue en el Romanticismo. Previo a aquello, en la Edad medieval, la Divina Comedia de Dante, unificó la poesía, religión y filosofía. Luego, estos caminos se ignoran nuevamente, al tomar la poesía conciencia de la teoría respecto a su arte: Valery separa la poesía del poema, así como el filósofo se separa de sus ideas. Es así como el poeta ya no está fuera de la razón como en los tiempos de Grecia, tiene pensamiento acerca de su quehacer, descubierto por sí mismo, no por el filósofo. Y es en esas distancias y trayectorias, en las cuales se aprecia a lo largo de la lectura del libro una permanente voluntad de conciliación de las ideas, por parte de la autora, mediante un estilo literario caracterizado por un ritmo logrado a través de la palabra poética, dejando entrever que, de distintas maneras claramente, de distinto método o ametódica como la poesía, ambas abrazan y atesoran todas las cosas.


Bibliografía

Zambrano, María, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 2016.


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María Zambrano (Málaga, 1904  – Madrid 1991)

Filósofa, figura clave para la filosofía hispánica. Reconocida actualmente como una de las voces más relevantes en el panorama filosófico del siglo XX. Galardonada con el premio Cervantes de Literatura y el Premio Príncipe de Asturias. Autora de obras destacadas: El hombre y lo divino (1955), Delirio y destino (1989), El sueño creador (1965), De la aurora (1986).

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